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Los 300 de la Carrasqueta

Article d'opinió publicat per David Garrido l'1 de maig al Diario Información.



Los 300 de la Carrasqueta


DAVID GARRIDO


Hacía un frío que pelaba y, además, llovía a cántaros, lo que añadía un halo de épica a la situación. Así, cual falange de hoplitas espartanos, blandiendo los paraguas abiertos en perfecta formación de tortuga, los 300 -quizá fuesen algún centenar más- defendieron el particular paso de las Termópilas para acceder al repetidor que hace posible que los canales de la «Corporació Catalana de Ràdio i Televisió» se vean en el sur valenciano. Eso sí, nadie iba en pelotas, como en el cómic de Frank Miller, que con el biruji que corría hubiese sido temerario, pero la disciplina mantenida fue digna de admirar, como en la película de Zack Snyder. De allí no se movió nadie, decididos a no ceder ni un paso a los enviados del sátrapa de la urbe del Turia cuando se presentaron exigiendo la rendición incondicional; el chaparrón arreció y los paraguas casi de nada sirvieron convertidos en auténticas torrenteras chorreando agua por doquier, pero la formación no se rompió, que si el rey Leónidas y sus espartanos defendieron en las Termópilas la independencia de las polis griegas, los 300 de la Carrasqueta se conjuraron para defender algo tan sagrado como la libertad de expresión, una conquista ciudadana que no soporta la tiranía y por la cual todavía es menester empuñar el arma pacífica de la movilización. El tiempo pasa y también las costumbres, pero no las actitudes heredadas de épocas de infausto recuerdo, que la rémora totalitaria todavía cohabita en quienes otrora fuesen lacayos de la tiranía y hoy, envalentonados por la gracia efímera del voto cautivo, se creen émulos del condotiero ferrolano que hiciese trizas las libertades públicas. Ya pueden hacer trastadas, que las promesas apócrifas al populacho, el autobombo ditirámbico y, sobre todo, el dinero hacen milagros, que para ello existen esos profesionales de la propaganda capaces de transfigurar a un sapo en elegante príncipe azul. Seres anodinos, mediocridades en la vida real, la política los convierte en semidioses al disponer a su antojo de la hacienda pública. Así, reparten prebendas, oficios y canonjías a los leales - «hay para todos» decía uno de ellos - y vara a los contrarios, sean o no de sus hábitos y creencias. Y, sobre todo, que rija el pensamiento único, que la medianía es incapaz de encajar la crítica. En pro de ello hasta pretenden ponerle barreras al cielo, celosos por aniquilar cualquier atisbo de disidencia.

La recepción de la TV3 en el País Valenciano les molesta, les recuerda una y otra vez su deserción de la lengua y la cultura autóctonas, la pésima gestión de la televisión a su cargo, ese engendro llamado Canal 9 y, por supuesto, la comunidad cultural que ellos niegan entre ambas orillas del barranco de La Sénia. Ni derechos fundamentales ni Constitución hispánica en mano ni pronunciamiento judicial, que otro juzgado por estos pagos concedió la autorización para consumar la aberración de cortar por lo sano las emisiones del canal autonómico catalán, que se reciben aquí -conviene recordarlo- por la voluntad de la sociedad civil, que sufragó y sufraga el costo y mantenimiento de los repetidores, uno por provincia.

El día 27, viernes, fue el día escogido, aunque la noticia se recibió la jornada anterior. No hubo tiempo para más, las polis de la antigua Contestania enviaron sólo a unos pocos escogidos a defender el paso de la Carrasqueta; los había de Alacant, que fletó un autobús, de Elx, Crevillent, Alcoi, Xixona, Mutxamel, Benidorm, La Vila Joiosa, etc. En defensa, sí, de la única cadena que emite dignamente en el idioma autóctono, pero también y, todavía si cabe más importante, en defensa de la libertad de expresión, opinión e información. Fueron los 300 de la Carrasqueta, entre quienes se mezclaban políticos, sindicalistas, empresarios, universitarios, escritores, artistas, estudiantes, que impidieron con éxito que se llevara a cabo tan luctuoso atentado contra las libertades. Y no faltó la anécdota, cuando uno de los guardias civiles enviados a cumplir los deseos del gobierno PP de la Generalitat reconoció a Eliseu Climent, presidente de Acció Cultural del País Valencià, que veía la serie «Vendelplà» y que sentía mucho lo que hacía. Afortunadamente, para él y para todos los valencianos, los 300 estuvieron allí y TV3 permanece, mal que le pese a Camps y compinches, como una opción televisiva más en nuestros hogares.

David Garrido es historiador.

1 comentari:

associació COMPÀS , "FAMILY" i Amics ha dit...

Salutacions i coratge a tothom!
Endevant amb la vostra resistencia.
Per la dignitat i la llibertat d'expressio i per un mon mes just i saludable. FORÇA!!!

raimon casals ortuño